En esta cuarta entrega (y la última hasta ahora, 2025), todo alcanza un nuevo nivel de intensidad. Hoken, el llamado Dios de la Guerra, regresa más violento que nunca. Él es un ser que pareciera no tener ni control ni empatía. Por su parte, la unidad de Shin es perseguida sin tregua, y los sacrificios no se hacen esperar: varios compañeros mueren protegiéndolo, entre ellos Bito, dejando momentos muy dolorosos.
Mientras tanto, la guerra avanza y el general Ouki, con su ejército, busca contrarrestar la brutalidad del enemigo. La visita de Youtanwa al rey Eisei revela una verdad inquietante: la masacre de una tribu entera y el rol de un ejército oculto bajo el mando del despiadado estratega Riboku. Todo apunta a que la gran guerra está lejos de terminar.
Ouki brilla como comandante supremo. Aunque sus tropas flaquean por desobedecer sus órdenes, su mente estratégica equilibra la batalla. El enfrentamiento final entre él y Hoken es épico… pero trágico. La llegada del ejército de Riboku desequilibra todo, y Ouki cae gravemente herido. En un acto profundamente simbólico, Shin lo lleva a cabalgar una última vez. El legado del general Ouki queda en manos de Toh, mientras el enemigo se retira y Bayo se salva.
El espíritu del rey Sho ahora vive en Eisei, quien debe continuar el camino. Y lo hace, sin duda alguna como el mejor rey. Batallas, mucho dolor, estrategias de ambos lados y un importante legado son las palabras que resumen esta última película. Y así, la saga de Kingdom nunca ha perdido su toque. A mi me ha encantado desde sus inicios. ¿Saldrá alguna más? Quien sabe, puede ser.
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