Timothée Chalamet interpreta a Hal (Henry/Enrique), el príncipe rebelde de Inglaterra, y claramente el que menos le gusta a su papá. Todo indica que la corona será para su hermano menor… hasta que todo se va al carajo. Hal termina enfrentando al enemigo en un intento por salvar a su hermano, pero nada sale bien. Entre muerte, traición y destino, Hal hereda el trono.
Y lo hace siendo otro tipo de rey. Alguien más sensato, con carácter y humanidad. Pero claro, el trono viene con sus propias trampas, y Francia no tarda en buscar pelea. Aunque Hal intenta evitarla, no le queda otra que llevar a su gente a la guerra. Y la batalla es brutal. Lodo, caos, muerte. Y un príncipe francés (Robert Pattinson, que interpreta a un desagradable total) termina como meme en el barro.
Pero lo que más pega es el final. Esa escena con su prometida francesa lo cambia todo: Hal se entera que la guerra pudo no haber existido. Que quien más confiaba en él… fue quien la causó. Y bueno, ¿la recomiendo? Sí, si te gustan los dramas de poder, traiciones reales, y ver a Timothée metido en un papel más crudo y adulto. Es intensa, seca por momentos, pero muy buena.
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