El clásico de Stanley Kubrick, cuyo terror psicológico llegó a dejar una huella única e irrepetible en el cine de terror.
Para quienes no somos fans del cine de terror y no buscamos sustos por medio de screamers y cosas así, nos resulta una obra de arte y "está hecha" para admirar su ritmo, estética particular, cámaras, planos, sonido (OMG el sonido es tan bueno!), además de la asombrosa actuación de su protagonista.
Esta película juega con la tensión del espectador a través de silencios incómodos y planos largos, siempre con una cuota de locura. Su ritmo es lento, bastante lento. Y es que de esa forma son este tipo de películas...
Particularmente, a mi no me ha gustado mucho porque no soy de ese tipo de cine, no me gusta el terror, pero sí reconozco todos los méritos que merece y puedo decir que es una gran obra para ver.
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